La parashá de esta semana (Miketz – al final de) es una continuación directa de la de la semana pasada. Al final de la parashá pasada Iosef es olvidado por el encargado de servir la copa de vino del Faraón. Luego de interpretar su sueño pidió ser mencionado al Faraón para ser liberado de la cárcel, pero el sirviente de Paró lo olvidó.

Así comienza esta parashá (Bereshit 41:1), “Al final de dos años y Paró tuvo un sueño...”. Esos dos años son el tiempo adicional que Iosef pasó en la cárcel por haberse apoyado en el sirviente del Faraón (y no en Di-s) para ser liberado.

La pregunta obvia es: ¿qué tiene de malo apoyarse en otra persona? De hecho, vemos que Iaacov también hizo algo similar: cuando tuvo que enfrentarse a su hermano Eisav, bajo el riesgo de que lo mate a él y su familia, Iaacov primero envió un regalo, luego lo llamó “mi señor” (Bereshit 33:13). ¿Por qué Iosef fue castigado por tener una actitud similar?

La respuesta es que el nivel espiritual de Iosef era tan elevado, que ese comportamiento no era apropiado para él. En el nivel de Iaacov, que representa cómo Di-s dirige el mundo según las reglas establecidas, lo correcto es hacer todos los esfuerzos humanamente posibles para lograr los resultados deseados. Si luego de eso, Di-s hace un milagro para la persona, bien, pero desde la persona, desde Iaacov, él debía hacer “los recipientes según la naturaleza” para poder contener la bendición divina.

Por el otro lado, Iosef representa un nivel que trasciende la naturaleza, no debía haberse apoyado en ella ni considerado que su salvación podía provenir de un sirviente del Faraón.

Esto explica también por qué los patriarcas, incluyendo los hermanos de Iosef, eran pastores, ya que necesitaban estar apartados de los asuntos del mundo para poder dedicarse al estudio y conexión con Di-s. De otra manera, el mundo hubiese planteado un escollo insuperable y los patriarcas no hubiesen podido mantener su nivel espiritual. Mientras que Iosef, aún siendo el virrey de Egipto, aún siendo quien decidía hasta a quién se le vendía grano y a quién no, involucrado en los asuntos mundanos, al mismo tiempo podía estar en un estado de unión con Di-s muy profundo.

En adición a esto, Iosef llega a realizar su potencial justamente en Egipto. No sólo no se ve afectado su vínculo con Di-s en Egipto, sino que es a través del exilio y los sufrimientos que él logra ver materializados sus sueños (en donde sus hermanos se arrodillan a él). Es justamente en Egipto, el lugar más inmoral de la tierra en aquel momento, donde Iosef tiene sus hijos y llama a uno de ellos Efráim, porque (Bereshit 41:52) “Di-s me hizo fructífero (hifrani) en la tierra de mi aflicción”.

La enseñanza para todos de esta parte de la historia de Iosef es que el alma desciende al cuerpo y a este mundo, a este exilio y ese descenso no es para hacerla sufrir, Di-s libre y guarde, sino para darle la oportunidad de realizar su potencial. Si bien Di-s creó infinitud de mundos espirituales más refinados y elevados que éste mundo material donde vivimos, la intención divina primaria está aquí, en éste mundo vacío de revelación divina, donde la oscuridad espiritual es muy fuerte.

De la misma manera, es a través del exilio en Egipto que el pueblo judío recibió la Torá. Así también, es a través de las dificultades y desafíos de la vida, tanto en lo cotidiano del trabajo y las relaciones interpersonales como en lo referente a la observancia de Torá y Mitzvot, que la persona crece y se desarrolla. El no aprovechar la oportunidad es como Iosef apoyándose en otra persona para ayudarlo: desde el nivel donde él se encontraba eso era inapropiado. Teniendo la chance de trabajar en el exilio la persona debe saber que solamente así puede llegar a la realización de su verdadero potencial y contribuir para hacer de este mundo, una morada para Di-s.

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