(Extraído de una carta)

...Podría preguntarse: si lo anterior es tan simple y lógico, ¿cómo se puede uno explicar el número comparativo pequeño de aquellos que viven de acuerdo con la Torá y las Mitzvot, mientras que el número de los que la transgreden es tanto mayor?
La respuesta a esta pregunta, es también simple, yo veo desde mi carne." Cuando uno reflexiona acerca de su conducta y acciones, particularmente en su vida diaria (no en momentos especiales de elevación espiritual, tales como Iom Tov, etc.), no es difícil ver que una gran parte de nuestras acciones están motivadas por nuestros propios deseos e inclinaciones, no por nuestro intelecto. Esto es particularmente cierto en donde el conflicto no despierta la amenaza de una represalia inmediata. El padre alejado es la amenaza de sanciones, cuanto más débil es la motivación intelectual, más fuerte es la conducta influenciada por el deseo y la emoción, más todavía cuando las sanciones son de naturaleza "abstracta". El temor a sanciones físicas (prisión, multas, etc.) son más efectivas que la amonestación o la argumentación, en aras de la moralidad, la justicia, la humanidad, etc.
Allí entra también un factor adicional de la naturaleza humana. Cuando el hombre sucumbe a la tentación y comete un "pecado", puede experimentar dos clases de reacción: si es honesto y tiene el coraje, reconocerá su acto por lo que es, una falta, como también una brecha de su verdadero deseo y conciencia. Reconoce su falta como una señal de debilidad, entonces buscará superarlo y el hacerlo mejor la próxima vez, y como "Di-s tiene compasión y perdona a quien reconoce su error y decide corregirlo".
Por otro lado, alguien que teme enfrentar la verdad y sus consecuencias en caso de fallar, comienza por buscar excusas y justifica su acción negativa. Más todavía, como "una trasgresión trae a la otra como un tren", el complejo de culpa y la necesidad de justificarse será cada vez más persistente y hará más presión, tanto para apaciguar su conciencia, como también para encuadrarse a si mismo frente a los demás. "El amor cubre todas las ofensas", particularmente el amor propio, y "el soborno enceguece los ojos de los sabios", especialmente cuando es auto soborno que está acompañado de vanidad. Entonces él estará inclinado a su favor, y en esta deformada forma de pensar, encontrará una filosofía personal o una visión del mundo, acorde con su conducta, la que no sólo lo justificará, sino que convertirá el vicio en virtud.

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