La parashá de esta semana se llama Balak. Se trata del nombre del rey de Moav, Balak ben Tzipor quien, viendo que el pueblo judío había superado a los poderosos reyes Og y Sijón (en la parashá anterior) decide salir a luchar contra ellos. Para esto, manda a llamar a Bilám, un profeta no judío, famoso por sus poderes para maldecir.

El desarrollo entero de la sección es el intento de maldecir al pueblo judío desde diferentes lugares y, cada vez que Bilám lo intentaba, en lugar de salir de su boca maldiciones, salían bendiciones. Como ya mencionamos muchas veces, la Torá no es solamente un libro de historias, sino, principalmente, un libro de enseñanzas para la vida cotidiana.

La Torá nos cuenta que Balak mandó a llamar a Bilám, ofreciéndole una gran fortuna para maldecir al pueblo judío. Bilám le explica a los enviados de Balak que él solamente puede hacer aquello que Di-s le permita. Aún así, con la esperanza de que Di-s "se enoje" con Su pueblo y le permita maldecirlos, Bilám decide ir con los enviados de Balak.

Entonces, temprano a la mañana, Bilám ensilla su muela para ir hacia Balak (Bamidbar 22:21). Nuestros sabios se detienen en el hecho de que una persona "tan importante" como Bilám, seguramente tendría sirvientes que hagan para él los trabajos más básicos, como, por ejemplo, ensillar su muela. Sin embargo, aquí Bilám mismo lo hace. Esto muestra, concluyen nuestros sabios, que hay un sentimiento particular en el corazón de Bilám que lo llevó a dejar de lado su propio honor (cosa poco inteligente y menos frente a los ministros de Balak) para realizar él mismo un trabajo de menor importancia.

La filosofía jasídica explica que es el intelecto el que debe gobernar por sobre los impulsos. Esto no significa ser insensible, o frío y calculador, sino que significa saber orientar y guiar las diferentes emociones de acuerdo a lo adecuado en un momento y lugar determinados. Por supuesto, también significa saber qué emociones deben ser desarrolladas y cuáles reprimidas, en el mejor sentido de la palabra. De hecho, se cuenta una historia sobre el Baal Shem Tov, que, estando en la sinagoga, se suscitó una discusión entre dos personas. Una le dijo a la otra, con mucha bronca, "¡Te voy a cortar como un pescado!". Entonces, el Baal Shem Tov formó una ronda con sus alumnos, se tomaron las manos y, de repente, vieron cómo el enojado ¡estaba cortando como un pescado a su adversario!. Es decir, cada expresión verbal y emocional, tiene una contraparte espiritual que se hace realidad aún si lo que se dijo o sintió o pensó nunca fue llevado a la acción práctica.

Ahora bien, ¿Cuál fue ese sentimiento de Bilám, que lo llevó a ensillar su propia mula? Odio hacia el pueblo judío. Aprendemos de este pequeño episodio que el odio en particular, y otros sentimientos en forma general, cuando no son controlados y analizados por el intelecto sano, llevan a la persona a acciones sin sentido y, a veces, hasta a la perdición, Di-s libre y guarde (ya que, al final de la historia Bilám muere a manos de Moshe). Es de vital importancia saber analizar los sentimientos propios, saber tamizarlos con el tamiz de la Torá, para poder mejorarnos personalmente y a nuestros semejantes.

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