En este capítulo el Alter Rebe explica lo que es un Malvado. Al revés que en el capítulo anterior, donde el Justo fortalece su Alma Divina contra su Alma Animal, en el Malvado su Alma Animal es más fuerte que su Alma Divina.

En algunas personas la “Inclinación al mal” toma control del cuerpo sólo por un momento, muy de vez en cuando, o toma control de una de las “Vestimentas” del alma (pensamiento o palabra o acción) y no de todas, o logra que la persona haga transgresiones de la Torá menos graves, como desperdiciar el tiempo en tonterías. En el momento en que la “Inclinación al mal” gobierna su vida, es un Malvado.

En otras personas, la “Inclinación al mal” controla el cuerpo con mayor frecuencia y con más transgresiones, o transgresiones más graves.

En los dos casos, como el Malvado tiene algo de bueno en su interior, se arrepiente y pide perdón a Hashem, y Hashem lo perdona. Por supuesto, para que Hashem lo perdone, el arrepentimiento debe ser sincero. ¿Y qué es un arrepentimiento sincero? Arrepentirse significa sentirse dolido por las transgresiones de la Torá del pasado y tomar una fuerte resolución a futuro de no volver a cometer esas mismas acciones.

Pero el que nunca se arrepiente es alguien cuyo mal lo gobierna por completo, y el bien que tiene en su interior nunca llega a expresarse.

En el capítulo anterior el Alter Rebe explicó que el Justo a quien le va mal es un justo que no expulsó ni transformó su Alma Animal, ella está en su cuerpo, pero no puede expresarse, está gobernada por el Alma Divina. En el Malvado pasa justo al revés. A pesar de que su “Inclinación al mal” lo gobierna, la “Inclinación al bien” todavía está en su interior. Hasta puede hacer que el Malvado tenga buenos sentimientos, como arrepentimiento, pero no es tan fuerte como para evitar las transgresiones de la Torá. Este es el Malvado a quien le va bien. Decimos que “le va bien” porque su Alma Divina todavía logra expresarse.

Un Malvado a quien le va mal es alguien que se acostumbró tanto a hacer el mal, que su “Inclinación al mal” desplazó a su “Inclinación al bien”. Esta persona no puede sentir el bien en su interior, y ni siquiera se siente mal por cometer transgresiones de la Torá (Esto no significa que ya no tenga más “Inclinación al bien”, sino que es como si su “Inclinación al bien” estuviese muy lejos, y su influencia fuera tan poca que ni la siente).

Este es el opuesto del Justo a quien le va bien: su “Inclinación al bien” expulsó a su “Inclinación al mal”, y no siente más el mal en su interior (el Justo sí puede expulsar por completo al mal de su interior, pero el malvado no puede echar por completo al bien de su interior).

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