En la parashá de esta semana, Tzav (manda) la Torá detalla las leyes del sacrificio de agradecimiento (Todá). Esta ofrenda se traía en muestra de agradecimiento por la bondad divina. Nuestros sabios explican que por cuatro situaciones puntuales se traía este sacrificio (citadas en el comentario de Rashi): “luego de un viaje por el mar, un viaje por el desierto, salir de la cárcel y un enfermo que se cura”. La fuente de esta lista surge del salmo 107 donde, luego de relatar estas ocurrencias dice “Agradezcan a Di-s Su bondad y maravillas con el hombre, y traigan una ofrenda de agradecimiento”.

Hoy en día, ya que no tenemos el Templo en Ierushaláim, al pasar por alguna de estas situaciones, se recita una bendición, preferentemente luego de haber sido llamado a leer la Torá. En esa bendición se agradece a Di-s por haber sido bondadoso con nosotros.

En realidad, correspondería ofrecer una ofrenda de agradecimiento por los milagros y maravillas cada día, y, a veces, varias veces por día. Más aún, nuestros sabios dicen que con cada respiración deberíamos alabar a Di-s. Sin embargo, estos agradecimientos los efectuamos en los rezos, tres veces por día. Sólo se traía un sacrificio de Todá por los acontecimientos mencionados.

Es interesante destacar que el orden en el cual Rashi cita las razones por las cuales se traía un sacrificio de agradecimiento es diferente a como aparecen en el salmo. El orden del salmo es: quien viajó por el desierto, prisioneros, enfermos y quien viajó por el mar. El orden de Rashi es: quien viajó por el mar, por el desierto, prisioneros y enfermo que se curó.

Podríamos decir que el orden de Rashi se corresponde con los acontecimientos que vivió el pueblo judío al salir de Egipto: primero pasaron por el mar (la apertura del Mar de Juncos), luego anduvieron por el desierto, en el cual estuvieron “prisioneros” por cuarenta años, mientras que el enfermo que se curó es un milagro particular, no de todo un pueblo, por eso está último en la lista.

Por estos milagros el pueblo judío no tuvo que ofrendar un sacrificio de agradecimiento, ya que sólo se traía la ofrenda cuando se pasó por un peligro y, en estas situaciones, el pueblo judío fue guiado por Di-s, en cuyo caso, con seguridad, no había peligro.

De aquí podemos aprender una enseñanza: cuando un iehudí está en exilio, aún si tiene todas sus necesidades satisfechas, como cuando el pueblo judío estaba en el desierto, aún así se encuentra en el nivel de “prisionero”. La luz divina que ilumina en el tiempo del exilio está oculta, y es similar a “estar en la oscuridad”, como dice el mismo salmo 107.

Por eso cada día deberíamos estar llenos de esperanza y anhelo por la venida de Mashíaj, para que nos saque de esta cárcel espiritual y material, y nos lleve la tierra de Israel, ¡Ya!.

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