En la sección de esta semana, llamada Vaierá (y se mostró), se relata sobre la ofrenda de Itzjak. Di-s le pide a Avraham que sacrifique a su hijo único de su esposa Sara que tuvo a los 100 años (y a los 90 de Sara). Avraham no lo duda y comienza temprano a la mañana el camino hacia donde debería hacer el sacrificio.

Mucho hay escrito sobre este relato famoso de la Torá, hasta tiene nombre propio: Akeidat Itzjak, el Atado de Itzjak (en referencia a que fue atado de pies y manos para ser degollado). De entre todos los asuntos a aprender de la historia, se encuentra el siguiente.

A lo largo de su vida Avraham pasó por varias situaciones donde tuvo que probar su entrega a Di-s. En algunas hasta su propia vida estuvo en peligro, como cuando el rey Nimrod lo tiró a un horno ardiente y, luego de tres días, salió ileso. Otros casos significaban la pérdida de Sara, con la consecuente destrucción de su familia y futura descendencia, cuando Sara fue llevada frente a Paró, el rey de Egipto y, después, frente a Avimélej, el rey de Grar. En todas estas situaciones, Avraham sacrificó su vida por el bien de la difusión de su creencia monoteísta.

Sin embargo, en la ofrenda de su hijo único se presentó una circunstancia que hasta el momento no había ocurrido (y por eso, cuando Avraham pasa la prueba, Di-s le dice "Ahora se que eres temeroso de Di-s", ¿acaso antes, después de otras nueve pruebas difíciles superadas, no lo sabía?): en todas las pruebas anteriores había habido testigos. Es decir, siempre hubo alguien que observó la fuerza de las convicciones de Avraham y aprendió de ello algo. Aún cuando es tirado en el horno ardiente, en cuyo caso él mismo hubiera muerto, valía la pena el sacrificio en aras del beneficio de los que observaban, que vean cómo una persona entregaba su vida por el monoteísmo.

Por el otro lado, en la prueba de la ofrenda de Itzjak, no había nadie observando. Aún los jóvenes que acompañaron a Avraham hasta el lugar donde Di-s lo mandó, no presenciaron el sacrificio mismo, sino que se quedaron a una distancia desde donde no podía ver...

Esto nos enseña que el sacrificio por las convicciones verdaderas no es solamente cuando hay quien vea y pueda alabarlo, de manera de obtener un beneficio propio, sino que el sacrificio es un estilo de vida que abarca todos los aspectos del hombre. Cuando uno come, cuando habla, cuando realiza sus funciones más básicas, puede hacerlo en forma de sacrificio o no, principalmente sabiendo que la vida no es para impresionar a los demás con los logros propios, sino para hacer del mundo una morada para Di-s, y aún si uno estuviese sólo sin nadie que pueda atestiguar sobre sus buenas acciones y comportamiento.

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