Para poder entender el título de esta editorial, vamos a detenernos un instante en la palabra hebrea para tontería: shtut. Esta palabra tiene una raíz de tres letras: shin, tet y hei. En el hebreo, dos palabras que comparten una misma raíz tienen cosas en común. Así surge, que la palabra sitá (cuya raíz es sin, tet y hei), que significa desvío, está fuertemente ligada a la palabra tontería. Es decir, de acuerdo a esta forma de interpretar las palabras, la tontería (shtut) es una desviación (sitá).

Ahora bien, uno puede desviarse para un lado o para el otro. Es decir, uno puede ser un tonto y desviarse hacia lo infrahumano - aquellos comportamientos que no son propios nuestros, sino que los compartimos con los animales (como ser la vida material y fisiológica) - o uno puede ser un "tonto" y desviarse hacia lo sobrehumano, es decir, ir más allá de lo que nuestro intelecto comprende para acercarnos a Di-s.

Este último tipo de tontería es a lo que nos referimos en el título.

El Rebe anterior, cuyo aniversario de fallecimiento es el 10 de Shvat, nos dejó una enseñanza (entre muchas otras) que es como un testamento sobre cuál es el trabajo que nos va a sacar del exilio diaspórico para llevarnos a la redención final: tenemos que ser tontos. Pero del tipo de tontería sobrehumana, no infrahumana.

En otras palabras: lo principal es la acción. El entender es un condimento con el cual podemos disfrutar más de la acción, pero lo principal es actuar. Hoy en día todos hablan sobre cómo mejorar el mundo, filósofos, sociólogos, grandes científicos y estudiosos, pero lo principal es que cada uno de nosotros haga su aporte práctico (no teórico), por más pequeño que sea, para el bienestar global. Y aunque no parezca tener sentido, en el peor de los casos, es una "tontería buena".

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