Es extremadamente difícil escribir una editorial sobre estos acontecimientos que golpearon al mundo entero. Porque en realidad no es solamente un golpe al movimiento Jabad Lubavitch, ni un golpe al judaísmo en general, sino un golpe al mundo y la humanidad entera.

En particular, tratándose de gente cuya ocupación total era la de ayudar a israelíes en dificultades en las cárceles de Mumbay, a tener una puerta abierta para todos los visitantes, a ayudar a los pobres de la comunidad local, en fin, a practicar y difundir el judaísmo, como otros 4000 enviados del Rebe de Lubavitch a 73 países diferentes.

Y fueron asesinados, junto con otros cuatro judíos y más de un centenar de otras personas. En situaciones así uno se pregunta: ¿Por qué? ¿Dónde está Di-s? ¿Y ahora, cómo sigue todo esto?.

El Rebe de Lubavitch nos enseñó que para lidiar con la vida en general debemos observar lo que la Torá nos cuenta y extraer enseñanzas prácticas.

Uno de los primeros casos en que aparece una tragedia en la Torá es cuando los dos hijos mayores de Aharón, el hermano de Moshe, mueren en el Tabernáculo, ese Templo móvil que acompañó al pueblo judío en su travesía por el desierto. Nadav y Avihú se encontraban en un nivel espiritual muy elevado, más aún que el de Moshe y Aharón mismos, y, sin embargo, "cuando se acercaron frente a Di-s, murieron", como dice el versículo. La Torá nos cuenta que la reacción de Aharón fue el silencio. Con seguridad había preguntas, con seguridad había amargura, pero Aharón no cuestionó. Esta es la Voluntad Divina que no podemos comprender.

Otra caso histórico es el de Rabí Akiva, de quien aprendieron los más grandes sabios del Talmud, como Rabí Shimón bar Iojái, Rabí Meir y otros. Prácticamente la Torá Oral entera depende de Rabí Akiva. Nuestros sabios nos cuentan que él fue uno de los diez santos que fueron asesinados por los romanos en su conquista de la Tierra de Israel.

Más aún, mientras su piel era arrancada con peines de hierro Rabí Akiva estaba diciendo el Shemá Israel, ese grito desde la esencia del alma que declara que Di-s es uno, es decir, que ésa misma era Su voluntad y que Di-s se encontraba en ése acto mismo de tortura y muerte de Rabí Akiva. Rabí Ishmael fue a preguntar a los ángeles ¿por qué? Y le respondieron: "¡Silencio! Esta es la Voluntad de Di-s".

Unos doscientos años después, el Talmud nos cuenta que Rabí Iojanán, uno de los sabios más importantes de su época y autor del Talmud de Jerusalén, cada vez que se encontraba en una conversación sobre los sufrimientos de la gente, si son muestra del amor Divino o no, solía sacar de un bolsillo un hueso y decía: "éste es un hueso del décimo hijo que enterré". ¿Por qué? Silencio.

A lo largo de la Edad Media, las cruzadas se utilizaron también para arrasar con comunidades enteras de judíos, incluyendo actos como la muerte del Mordejai, un comentario halájico del Talmud, que murió quemado junto con su comunidad en la sinagoga. ¿Por qué? Silencio.

Más cerca nuestro, el Holocausto, seis millones de inocentes santos que murieron por ser judíos.

Entonces: ¿Por qué? Silencio.

Sin embargo, el silencio en el judaísmo, como la historia misma lo prueba, no es un silencio vacío. No es una llamada a la inacción, al darse por vencido, al abandono. Sino todo lo contrario. Cada uno de estos acontecimientos, como el del Rabino Gabi y Rivki (y los otros cuatro judíos) son llamados de atención, son como baldes de agua fría para despertar a un pueblo dormido.

Vivimos en la comodidad de nuestros hogares, la tranquilidad de nuestros trabajos, familias y ambientes conocidos, a pesar de que el mundo está en crisis, estamos tranquilos, porque nos movemos dentro de un marco que conocemos y manejamos, hasta cierto punto.

Pero la verdad es que estamos dormidos. No vinimos al mundo para estar tranquilos, no estamos aquí para sentarnos en nuestros escritorios a ver la vida pasar. Estamos para actuar, estamos aquí para hacer de éste mundo una morada para Di-s, para traer al tan ansiado Mashíaj.

Pero nos olvidamos y vamos en la vida desorientados, ocupándonos de nuestros asuntos, como si fuesen más importantes que los de Di-s.

Hay quienes hacen el mal. Hay quienes hablan del bien pero no hacen nada. Y están aquellos como Gabi y Rivky que, en silencio, cambian el mundo. Hacen. Actúan. La respuesta judía es el silencio, pero un silencio que impulsa a la persona a la acción, a no conformarse con los acontecimientos.

Por eso los invito a cambiar el mundo, en silencio. Cada uno en su casa, cada uno en la medida de sus posibilidades, según sus circunstancias. Pero debemos saber que Di-s nos puso en ese lugar y situación ¡para cambiarla!. No debemos conformarnos con cómo es el mundo. Debemos actuar.

¿Cómo? Uno de los actos, en silencio, que ya se impulsó es aumentar en la observancia de Torá y Mitzvot por la elevación de todos los muertos en este terrible atentado. Entrando en www.jabad.com se puede participar de esta increíble campaña, donde cada uno puede elegir en qué aspecto le gustaría mejorar el mundo.

No tenemos respuestas. Las respuestas las tiene Di-s y, a menos que uno sea un profeta y haya sido mandado a profetizar las respuestas, simplemente no las tenemos. Pero tenemos a la Torá que nos enseña a lidiar con las tragedias en forma de silencio activo. Una ola de buenas acciones que nos acerca al objetivo final de toda la existencia, la época en que "Se llenará la tierra del conocimiento de Di-s, como las aguas cubren el mar".

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