Nosotros, el pueblo judío, somos como una sola persona con millones de rostros.
No hay otra forma de verlo:
Lo que uno de nosotros come, todos lo masticamos.
Cuando uno de nosotros hace un acto de bondad Divina, todos participamos.
Si uno de nosotros esta sufriendo, todos compartimos el dolor.
Cuando uno se regocija, todos bailamos y cantamos.
Ninguno de nosotros puede decirle al otro: "¡Es tu culpa!" Todos compartimos la culpa de las fallas del otro. Y más aún, compartimos los beneficios de las buenas acciones de los demás.