La sección de esta semana se llama Pekudei (que significa cuenta), es la parashá que cierra, por así decir, el segundo libro de la Torá, como lo llama Rabí Moshe ben Najman, el Ramban, el "Libro de la Redención", en nombre de la salida del pueblo judío de Egipto. El final del libro habla principalmente de la construcción del Mishkán, el Santuario móvil del pueblo judío.

Dice el verísulo (Shmot 40:17): "En el primer mes, en el segundo año, en el primero del mes, fue levantado el Mishkán". Nuestros sabios se detienen en que la Torá habla sobre el armado del Santuario en voz pasiva, diciendo "fue levantado el Santuario". ¿Por qué no dice algo como "el pueblo judío levantó el Mishkán", o "Moshe levantó", etc.?

Rashi (Rabí Shlomo ben Itzjak) comenta (ver su comentario en Shmot 39:33) que, en la práctica, las diferentes partes del Santuario eran tan pesadas (enormes y pesadas vigas de madera recubiertas de oro, telas y pieles de metros de largo, etc.) que era imposible para uno o aún varios seres humanos armarlo. Por eso, al terminar de fabricar las partes, se las llevaron a Moshe con la queja de que no podían montarlas. Moshe transfirió la queja a Di-s, hasta que Di-s le respondió "Trabaja tu mismo con tus manos, parece como que [Moshe] lo levanta, y en realidad se levanta solo", o sea, Di-s mismo tuvo que construirlo, pero le pidió a Moshe que se mostrase a si mismo como que lo construía.

Ahora bien, el Mishkán simboliza el trabajo espiritual de revelar la presencia Divina en el mundo material, como dice la Torá (Shmot 25:8): "Hagan un santuario para Mi y moraré dentro de ellos". Esto significa que, generación tras generación, es nuestro deber "traer", por así decir, a Di-s al mundo. Surge aquí un problema: ¡el armado del Mishkán era un trabajo imposible de hacer!, a tal punto que ni siquiera Moshe podía juntarlo. Entonces, ¿cómo se exige de cada uno de nosotros que hagamos un santuario para Di-s?

La respuesta reside en entender que, en realidad, es Di-s quien nos da fuerza y capacidad para llevar a cabo lo que El mismo pide de nosotros. Dicho de otra manera, podríamos pensar que contamos con una capacidad determinada y Di-s nos asigna un trabajo para realizar a lo largo de nuestra vida, pero no necesariamente hay una relación entre nuestra capacidad propia y el encargo Divino. Por eso nos enseña esta parashá que nuestra tarea consiste en mostrarnos como que hacemos el trabajo, es decir, en poner buena voluntad para llevar adelante nuestras obligaciones, hacerlo con alegría y buen corazón, aún si parece un desafío imposible de superar, porque entonces, Di-s mismo se va a encargar de que seamos exitosos y podamos finalmente revelar a Di-s en el mundo, como termina esta sección, con la pronta venida de Mashíaj, Amen.

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