Una de las historias de la parashá de esta semana es la de man, el alimento que comió el pueblo judío durante su travesía por el desierto. El man era una especie de semilla blanca, algo más grande que un grano de arroz, que caía todas las mañanas temprano sobre el campamento. Entre sus principales cualidades estaban que tenía el gusto que la persona quisiese probar, y no tenía desperdicio, o sea, todo era absorbido por el cuerpo.

Una parte del pueblo se queja en el desierto y le exigen a Moshe comer carne. Moshe consulta con Di-s ante la imposibilidad de proveer carne para toda la gente y Di-s le dice a Moshe que El haría venir sobre el campamento carne. En la práctica, al otro día Di-s hizo venir una bandada de pájaros (slav en hebreo) que la gente recogió y comió hasta hartarse. Pero luego, una plaga hizo que esa gente muriese.

Uno de los puntos clave de esta historia es la queja de la gente que quería comer carne. Encontramos otras quejas en la historia que la Torá trata de otra manera, como cuando, recién salidos de Egipto, la gente exige agua. En ese caso Di-s le indica a Moshe de dónde sacar agua y punto, no hay plagas ni descontentos.

La verdad es que no hay nada malo con quejarse, siempre y cuando sea una queja genuina. El pueblo judío salió de Egipto con mucho ganado, tanto ovino como bovino, por lo que carne tenían, era una cuestión de no querer utilizar lo que ya tenían y “vivir de arriba”, como quien dice.

Y aquí encontramos algo interesante: rezamos tres veces por día, sin diferencia entre personas, rico o pobre, inteligente o tonto, etc., para que Di-s nos de sustento e inteligencia (entre otras cosas). Aún quien ya tiene dinero, aún quien ya tiene inteligencia, Di-s está esperando su petición para continuar dándole y para darle más. Entonces, la queja, la petición, es válida, es efectivamente un camino en el servicio a Di-s. Siendo así: ?Por qué Di-s castiga a las personas que pidieron carne?

Una posible respuesta es porque lo hicieron de forma indebida, despreciando lo que tenían. Una enseñanza que se puede extraer es que debemos aprender a apreciar lo que tenemos. Es muy común que la gente se queje de no estar en una situación determinada, sin siquiera ser conscientes de lo especial de la situación en la que se encuentran. Como suelen decir: “el pasto del vecino es más verde que el mío”.

“Alegrarse con lo que uno tiene”, como dicen nuestros sabios, no significa ser conformista ni mediocre, sino saber disfrutar “alegrarse” con los recursos y oportunidades que Hashem nos da.

Por otro lado, esto no quita la posibilidad de quejarse, de buena manera, y pedirle a Di-s más. Por eso todos, aún quienes ya tienen salud, piden por salud, quienes ya tienen dinero, piden por dinero y así sucesivamente.

Lo mismo se aplica a la venida del Mashíaj. No sólo Di-s está esperando que le pidamos (como hacemos en el rezo todos los días), sino que, más aún, es parte de nuestra tarea en este mundo exigirle a Di-s que lo envíe, rápido en nuestros días.

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