Y tú serás una tierra deseada para mí", declara el profeta (Malají 3:12).

El hombre es como una porción de tierra: terrenal, duro, pero lleno de un preciado potencial. Bajo la superficie se encuentran manantiales de aguas vivas, reservas de energía y montones de metales y piedras preciosas. Su suelo está vivo con la promesa de abundantes cosechas, listas para florecer tras una adecuada inversión de devoto esfuerzo.

Para acceder a estos tesoros, uno primero debe tener la perspicacia y previsión para observar más allá de la superficie. Uno debe investigar el terreno y taladrar con fe, minar, extraer, arar, sembrar e irrigar para cosechar la gratificante retribución.

Cada ser humano - más allá de la topología de su superficie - es suelo rico y fértil. Incumben a cada uno y a sus compañeros tanto una oportunidad como una responsabilidad: sacar a la superficie y desarrollar sus diversos y fructíferos recursos al máximo."

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