La parashá de esta semana, Vaikrá (y llamó) es la primera del Libro de Vaikrá, que habla, en su mayoría, de las leyes de sacrificios. En los tiempos del Templo en Ierushaláim, se ofrendaban sacrificios sobre el altar, tanto para expiar por pecados como para ser un medio de acercamiento a Di-s.

Hoy en día no tenemos el Templo y no podemos ofrendar sacrificios, sin embargo, como todas las Mitzvot, su contenido conceptual es eterno, aún cuando no puede observarse en la práctica. Para entender qué nos enseñan los sacrificios, debemos analizar cómo eran.

En principio, el nombre mismo en hebreo de los sacrificios nos indica su esencia: la palabra korbán (sacrificio) está relacionado con la palabra karov, cuyo significado es cerca, acercarse a Di-s. La Mitzvá de ofrendar los sacrificios nos enseña, entonces, que hay una obligación del hombre de acercarse a Di-s tanto cuanto pueda.

¿Cómo se hacía un korbán? Se tomaba un animal, se lo revisaba exhaustivamente para asegurarse que no tenga defectos, se lo degollaba, se retiraba la sangre y luego se lo quemaba (todo o partes específicas, según la ofrenda) en el altar.

El tomar el animal simboliza tomar el animal propio, las inclinaciones animales del hombre y acercarlas a Di-s. El pensamiento jasídico explica que el hombre tiene un alma animal y una divina. Las inclinaciones naturales del alma animal son hacia lo material y mundano, mientras que el alma divina se inclina siempre hacia lo espiritual, hacia Di-s. El objetivo no es anular al animal, sino aprender a “domarlo”. Cada uno debe buscar las formas de utilizar sus potenciales animales en el servicio a Di-s.

El revisar el animal simboliza el análisis verdadero y sincero de las propias cualidades y comportamientos, de manera de no justificar asuntos negativos por el amor propio. Cada uno debe asegurarse de no tener “defectos”, es decir, de no haber dejado ninguna capacidad sin acercarla a Di-s.

Con el degollado se le quitaba al animal la sangre y su vitalidad. Los miembros y el cuerpo continúan enteros, pero después del degollado estaban muertos. Esto nos enseña la forma en que el hombre debe acercarse a Di-s: no se debe dejar de comer, beber, trabajar o interrumpir las actividades normales de la vida. Todo puede quedar tal y cual es, sólo que debe quitarse la “sangre”, la vitalidad, de esas actividades, para ser invertida en en servicio a Di-s, como dice el salmista: “esfuerza tus manos y comerás”, justamente “tus manos”, y no tu cabeza. Esto indica que la cabeza debe estar siempre orientada hacia “arriba”. Toda actividad debe ser hecha en aras del cielo, para servir a Di-s y no para satisfacer una pasión personal.

El el altar simboliza el corazón del hombre, mientras que el fuego sobre el altar simboliza el amor natural que todo judío tiene por Di-s. Este fuego debe ser constantemente avivado para quemar y consumir todas las pasiones del mundo material, de manera que todos los asuntos de la vida estén relacionados con Di-s.

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