Una persona llena de sí misma no deja espacio para nadie más. Desprecia a los demás solamente por el espacio que ocupan.

La persona puede dar razones por su desprecio, pero éstas no son más que secundarias. La esencia del desprecio es el odio infundado.

Detrás de la intolerancia se esconde el sentido del ego más primordial, la creencia clandestina de que "Yo soy lo único que debería existir".

Este es el núcleo del mal. Es lo que mantiene al alma humana en el exilio del jardín.

Y su única cura son los actos de bondad sin razón, abrir el corazón a la otra persona sin importar las diferencias y las distancias.

Importarse más allá de las razones.

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