A raíz de los últimos acontecimientos mundiales, como la tragedia en Mumbay, se esparció por todo el mundo la idea de recitar salmos (o hacer una Mitzvá) en mérito de otra persona. Y, acompañando a la petición, siempre aparecen los nombres en hebreo de las personas por las cuales se pide recitar salmos (o hacer una Mitzvá).

En general, el nombre de la persona va acompañado por el nombre de su madre, por ejemplo, Iaacov ben Rivka.

Sin embargo, cuando se trata de una ceremonia en recuerdo de alguien fallecido, el nombre que se utiliza es el nombre del padre, por ejemplo, Iaacov ben Itzjak: ¿Por qué? Y, además, ¿qué nos deja ésto para nuestra vida cotidiana?

Nuestros sabios explican que en el ser humano se encuentran dos componentes fundamentales: alma y cuerpo. Uno sin el otro no pueden llevar a cabo su propia razón de ser. El alma sin cuerpo no puede expresarse en ésto mundo físico y modificarlo, para hacerlo una morada para Di-s, y, el cuerpo sin el alma no puede vivir...

Esta unión de alma y cuerpo es tan profunda, a punto tal que no se distinguen dos componentes en cada persona, no se ve un cuerpo más un alma, sino que se ve un "cuerpo viviente".

Ahora bien, el padre es quien aporta al hijo (o hija) el componente más interno, como por así decir, la relación del alma con Di-s. La madre aporta el componente más externo, por así decir, la relación del alma con el cuerpo.

Entonces, cuando pedimos por el bienestar y la salud de una persona, utilizamos el nombre de la madre, porque ése nombre específicamente es el que se relaciona con las necesidades corporales de la persona. Mientras que, cuando pedimos por la elevación del alma de una persona fallecida, ya que el vínculo con el cuerpo no está más, pedimos por el nombre de la persona más el nombre del padre.

La enseñanza de esta idea es muy simple: la naturaleza del hombre y la de la mujer son muy diferentes: el hombre tiende a estar vinculado a los asuntos espirituales, a volar por los cielos de la meditación y trascendental, mientras que la mujer tiende a lo terrenal, como dice la gente, "tiene los pies sobre la tierra".

Es por eso que sólo cuando hombre y mujer están unidos es que la Torá los llama "Hombre".

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