En la sección de la Torá de ésta semana, Itró, aparece el relato de la Entrega de la Torá. En concepto mismo de que la Torá cuenta sobre su propia entrega es intrigante. Nuestros sabios cuentan que nuestros antepasados nunca dejaron de estudiar Torá, Avraham era un anciano y estudiaba, lo mismo Itzjak, Iaacov y todas las generaciones de sus hijos, a lo largo de prolongados y difíciles exilios, la Torá siempre acompañó al pueblo judío.

En los momentos previos a la entrega propiamente dicha, con los Diez Mandamientos, truenos y relámpagos, el pueblo judío acepta recibir la Torá. Y la forma en que lo hace es muy peculiar: primero acepta cumplir todos los preceptos (sin conocer cuáles son) y luego aceptan escuchar y enterarse sobre lo que deben hacer.

Por la forma en que funciona hoy el mundo, nadie firmaría un contrato sin antes leer de qué se trata y a qué se está comprometiendo. Son conocidos los problemas por las cláusulas ambiguas o la "letra chiquita" al final de la hoja...

Y aquí, la Torá nos cuenta que el pueblo judío primero firmó y después se enteró de la cuestión...

Si bien es una historia pasada, debe haber alguna enseñanza que podamos utilizar para nuestra vida propia.

El Sefer HaJinuj, un libro que explica los preceptos de la Torá, escrito por Rav Aharon HaLeví en la España del 1300 e.c. aprox. trae una idea que nos puede ayudar a entender: el hombre se moldea de acuerdo a sus acciones. Es decir, el hecho de actuar de una determinada manera una cierta cantidad de veces, genera en la persona una costumbre que se hace parte de su propia vida.

Quizás podríamos explicar de esta manera lo que nuestros antepasados dijeron antes de recibir la Torá: "haremos" - vamos a practicar las leyes que Di-s nos de, más allá de si nos parecen adecuadas o no, más allá de si nos resultan difíciles de observar. Luego, por supuesto, "escucharemos" - nos dedicaremos a estudiar y entender tanto cuanto podamos, para internalizar y disfrutar de los preceptos de Di-s, pero la base es "haremos".

En una sociedad cuyos valores están cada vez más lejos del ideal que la Torá plantea (o sea, no es que la sociedad no tenga valores, sino que los valores que tiene son totalmente superfluos y carentes de valor, valga la redundancia) quizás podríamos decir que nuestros antepasados nos están tratando de tirar un salvavidas desde tierra firme, diciéndonos que, a pesar de estar desacostumbrados a hacer el bien por el bien mismo, a ser amables, honestos, temerosos de Di-s, etc., lo intentemos de cualquier manera, y con la práctica misma vamos a generar una buena costumbre, para mejorar personalmente y colectivamente.

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