La sección de esta semana, Jaiéi Sara (La vida de Sara) relata, principalmente, el matrimonio de Itzjak con Rivka. Avraham vio necesario buscar una buena pareja para su hijo Itzjak y mandó a Eliézer, su fiel sirviente, a su pueblo natal, a su propia familia, a buscar una esposa.

La Torá relata el pacto entre Avraham y Eliézer, luego lo que le ocurre a Eliézer, es decir, cómo encuentra a Rivka junto a un pozo de agua, luego es llevado a su casa para hablar con Laván (el hermano de Rivka) hasta que vuelve con Rivka y relata a Itzjak lo ocurrido en el camino.

Ahora bien, uno de los principales asuntos de la Torá es dar las leyes y preceptos bajo los cuales debemos vivir para cumplir con nuestra razón de ser, o sea, hacer de este mundo una morada para Di-s. Muchas de esas Mitzvot aparecen en la Torá en forma resumida, a veces siendo referenciados por una palabra, o una letra. ¿Por qué la Torá relata una historia tres veces, cuando asuntos aparentemente más importantes son escritos brevemente?

Nuestros sabios explican, en respuesta a este interrogante, que son más preciadas para Di-s las palabras de los sirvientes de los patriarcas que la Torá de sus hijos. Pero: ¿Por qué?

Una de los conceptos detrás de esta respuesta es kabalat ol (aceptación del yugo del cielo). Este concepto implica la aceptación que trasciende el intelecto de los mandatos divinos. Así como un sirviente acepta y cumple las palabras de su maestro, de la misma manera, ese espera del judío que acepte los mandatos divinos aún en forma irracional. Más aún, el judaísmo entero está basado en este concepto, ya que somos sirvientes de Di-s.

Esta misma idea la vemos en la Entrega de la Torá, cuando el pueblo judío dijo “Haremos” y luego “Escucharemos”, simbolizando la aceptación del yugo del cielo.

En particular es pertinente este concepto en relación al matrimonio, el asunto central de la parashá, ya que muchas veces se requiere que el cónyuge acepte cosas, sin importar el razonamiento detrás de ello y, principalmente, la subyugación de ambas partes a un objetivo común más elevado que ambos: construir una casa eterna en el seno del pueblo judío, objetivo que se logra a través de conectarse con Di-s y Su Torá, que son eternos.

Por eso la Torá repite tres veces esta historia, ya que dentro de ella puede verse claramente este fundamento de entrega incondicional.

Esto no significa que sólo deba haber aceptación ciega, sino que, luego de esa aceptación, debe haber un esfuerzo en comprender tanto cuanto se pueda. De hecho, a medida que la persona avanza en su aceptación incondicional, crece su capacidad de comprensión y aquellos asuntos que antes eran irracionales, van, lentamente, volviéndose racionales, para elevarse cada vez más y fortalecer el vínculo con Di-s.

1 comentario en «El sirviente»

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