Existen tres vestimentas y herramientas a través de las cuales se expresa el alma: pensamiento, palabra y acción. Al respecto de las últimas dos, palabra y acción, existe la situación en que el alma no se inviste en ellas, o sea, no son utilizadas, y la persona permanece en silencio y no hacer nada con su capacidad de acción.

Sin embargo, el pensamiento, aún cuando no está siendo utilizado para servir al intelecto (pensar ideas nuevas o profundizar en lo ya conocido) ni para servir a las emocionales (pensando en lo bueno o lo malo de algo o alguien), sin embargo, continúa pensando e imaginando. El pensamiento nunca se interrumpe. Puede cambiar de un asunto a otro, pero nunca deja de estar activo.

Cuando la persona utiliza su capacidad de pensar en una forma positiva, obtiene resultados positivos de lo que piensa, pero, cuando el pensamiento no tiene algo positivo en lo que contemplar, automáticamente comienza a pensar asuntos extraños y malos. Está explicado en nuestros libros santos que la razón de los pensamientos extraños o malos es la "vaciedad de la cabeza": cuando una persona no tiene contenido de santidad, como palabras de Torá memorizadas, al surgir pensamientos malos, no tiene cómo luchar contra ellos.

Por eso es muy importante memorizar pasajes de la Toá escrita y la oral, de manera de tener listas estar "armas" con las cuales luchar contra los pensamientos negativos.

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