Hasta ahora el Alter Rebe explicó cómo el “Amor oculto” a Hashem se despierta cuando sentimos que nuestra conexión con Hashem es amenazada, como por ejemplo cuando tenemos una prueba de fe. Ahora comienza a explicar cómo podemos despertar ese amor a Hashem para no hacer ni siquiera una pequeña transgresión (la explicación se extiende hasta el capítulo 25).

Para eso, primero nos explica que cada Mitzvá es como una pequeña rama que sale de una de dos grandes ramas: El primer Mandamiento que Hashem dio en la Entrega de la Torá, es “Yo soy Di-s, tu Señor”1. De esa gran “rama”, “cuelgan” todas las Mitzvot positivas. El segundo Mandamiento es “No tendrás para ti los dioses de los demás [pueblos de la tierra]”2. De esa otra gran “rama”, “cuelgan” todas las Mitzvot prohibitivas. (Una Mitzvá positiva significa que la Torá dice “has de hacer tal o cual cosa”, mientras que una Mitzvá prohibitiva significa que la Torá dice “no hagas tal o cual cosa”).

Estos dos mandamientos entonces, al ser dos grandes “ramas”, ¡son muy importantes! El Alter Rebe explica que estos dos mandamientos hablan, en realidad, de que hay un sólo Di-s en el universo. Esto se denomina la Unicidad de Di-s (ajdut Hashem). Más aún, no sólo Hashem es Uno y no hay más que un Di-s, sino que ¡Hashem es lo único que hay! Más aún, Hashem no cambió por haber creado el universo: Él es el mismo y es Único después de haber creado el universo, tal como era antes de crearlo.

¿Qué quiere decir que lo único que hay es Hashem, y cómo puede ser que, si antes no había mundo y ahora hay, Hashem no cambió?

El Alter Rebe explica este concepto diciendo que, en realidad, el universo entero es insignificante frente a Hashem. Así como no hace ninguna diferencia en la vida de un ser humano si una hormiga camina a su lado o no, de la misma manera y con mayor razón, el universo entero es insignificante frente a Hashem. Si no fuese porque Hashem lo crea constantemente, volvería a ser nada, como era antes de la creación.

Para entender esto el Alter Rebe dice que Hashem crea todo con Su palabra y da un ejemplo de esta idea, basado en cómo funciona nuestra alma. Cuando hablamos, esas palabras que decimos son insignificantes frente a nuestra capacidad de hablar, más insignificantes aún frente a nuestra capacidad de pensar, y más insignificantes aún frente a las diez “Herramientas” del alma, de donde surgieron esas palabras que pensamos y dijimos.

Es como una persona vestida con muchas vestimentas, que están una dentro de la otra. Podemos decir que la persona está investida dentro de muchas vestimentas. De la misma forma las “Herramientas” del alma están dentro del pensamiento, y el pensamiento, dentro del habla. Por eso uno piensa antes de hablar, y dice lo que piensa.

En realidad, hay todo un proceso desde que pensamos algo hasta que lo decimos: primero sabemos sobre un asunto que nos interesa (Intelecto del alma). Después, ese conocimiento baja desde el intelecto hacia el corazón, para sentir deseo por eso (Emociones), por ejemplo, desear una comida rica. Una vez que la deseamos, sube ese deseo nuevamente al cerebro para pensar (“Vestimenta” de pensamiento del alma) sobre cómo obtener esa cosa deseada. Este último pensamiento es el que, al final, se inviste en las palabras que decimos (“Vestimenta” de habla del alma) para obtener esa comida rica, por ejemplo.

De la misma manera podemos pensar en cómo Hashem crea el mundo con Su palabra, y Su palabra es insignificante frente a Él, surge de todo esto que el mundo es insignificante frente a Hashem

1Shmot 20:2

2Ibíd. 20:3

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