Para aquellos cuyo ser es el cuerpo, la muerte del cuerpo es la muerte del ser. Pero para quien su ser es el amor, temor y fe, no hay muerte, simplemente un pasaje. Desde el estado de confinamiento al cuerpo, hace un pasaje de liberación. Continúa trabajando en éste mundo, aún más que antes.

El Talmud dice que Iaacov, nuestro patriarca, nunca murió. Moshe, también, nunca murió. Tampoco Rabí Iehuda HaNasí. Ellos eran almas muy elevadas que eran uno con la Verdad, y dado que la Verdad nunca muere, ellos tampoco.

Si, a nuestro ojos hay muerte. Un cuerpo es enterrado y debemos estar de luto por la pérdida. Pero ésto es sólo parte de la falsedad de nuestro mundo. En el Mundo de la Verdad, ellos están todavía aquí, como antes.

Y la prueba: Nosotros estamos todavía aquí.

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