En la festividad de Shavuot, el Pueblo Judío recibió la Torá, en el Monte Sinaí. Los Diez Mandamientos comienzan con "Yo soy Di-s, tu Señor" y terminan con las advertencias de no matar, no robar y no desear la propiedad del prójimo.La diferencia entre los primeros mandamientos y los últimos es realmente de un extremo al otro. En el primer mandamiento se habla del punto espiritual más elevado, como es explicado en la literatura judía que, Anojí - Yo, la primer palabra de los Diez Mandamientos - indica a Di-s mismo, un nivel tan sublime que no puede ser revelado por ningún nombre ni letra alguna o símbolo alguno. Por el otro lado, los mandamientos de "no robar" y sus similares, apuntan a una situación tan baja, que es necesario advertir sobre no matar ni robar, etc.

Con esto mismo se expresa la grandeza de los Diez Mandamientos, que abarcan toda la existencia, desde el punto más elevado hasta lo más bajo. Más aún, en el Monte Sinaí le fue dada al hombre la fuerza para introducir el punto más elevado ("Yo soy Di-s, tu Señor") hasta en el punto más bajo, y en el mundo todo.

El primer mandamiento, "Yo soy Di-s, tu Señor", implica que la esencia de Di-s - Anojí se vuelve "tu Señor" - Elokeja, que en hebreo está relacionado con las palabras Cojeja - tu fuerza - y Jaiuteja - tu vitalidad. Di-s le dice a cada judío y judía que toda su fuerza y vitalidad son sólo Anojí - "Yo". En lo más profundo del alma, el judío sólo desea y anhela la esencia de Di-s

Es conocida la historia sobre el Alter Rebe, Rabí Shneur Zalman de Liadí (1745-1812), fundador del Movimiento Jabad Lubavitch, autor del Shulján Aruj y el Tania, que en los momentos de mayor concentración y unión con Di-s solía decir "No quiero tu paraíso superior, no quiero tu mundo por venir; sólo te quiero a ti (Di-s)". En realidad, este anhelo existe en el alma de todo judío, dado que en el momento de la Entrega de la Torá en el Monte Sinaí se le grabó este primer mandamiento "Yo soy Di-s, tu Señor" a través de las palabras Divinas.

Este es el significado del deseo "Para recibir la Torá con alegría e internalizarla". Alegría - para que el judío pueda fortalecerse frente a las dificultades y pruebas en el servicio a Di-s, ya que las cosas hechas con alegría perduran más. Internalizarla - para que la observancia de las Mitzvot llegue a lo más profundo del alma.

La alegría y el punto más profundo y esencial del alma están vinculados uno al otro. Cuando una persona hace algo sin júbilo, sino por la fuerza, la acción involucra sólo lo externo de la persona. En efecto la persona actúa, pero sólo sus capacidades externas están siendo utilizadas. Por el contrario, cuando las cosas se hacen con alegría, llegan hasta lo más profundo del alma, y toda la existencia de la persona está relacionada con la observancia de las Mitzvot y la Torá.

En la festividad de Shavuot año tras año se despierta aquella revelación Divina que hubo en el momento de la Entrega de la Torá. Di-s nos da nuevamente, y con más poder, la fuerza para unirse con el nivel de Anojí - Yo - Su esencia, a través de la Torá y las Mitzvot, y que esa unión llegue a lo más profundo del alma, hasta que toda la fuerza y vitalidad de la persona sean sólo de Di-s.

Adaptado de Shulján Shabat.

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