Hay ciertas secciones en la Torá que contienen tanta información que resulta difícil escribir un resumen. Más complejo aún es elegir, de entre todos los asuntos, uno. Suena como si uno estuviese dando prioridad y asignando importancia a una enseñanza por sobre otra. En particular, tomando en cuenta que cada versículo es santo por sí mismo, más allá del contenido que tenga. Por ejemplo, el versículo (Bereshit 36:22) "Y la hermana de Lotán [se llamaba] Timná", asunto que parece irrelevante, es tan santo y puro como el versículo (de ésta parashá, Devarím 6:4) "Escucha Israel, Di-s, nuestro Señor, Di-s es uno".

Sin embargo, uno se ve forzado, por el tamaño de la editorial y la atención del lector, a hablar de una cosa, y no más. En la sección de esta semana, que se llama Vaetjanán (Y supliqué), encontramos un versículo que nos muestra algo que podemos ver y comprobar constantemente. El versículo dice así (Devarím 4:6): "Y cuidarán y harán, porque ella es su sabiduría y entendimiento a los ojos de los pueblos, que escucharán todas estas reglas y dirán: sólo un pueblo sabio y entendedor, este gran pueblo"

Muchas veces me ha ocurrido estar en reuniones con personas judías y no judías, de diversos lugares y culturas y, siempre, hay una admiración particular a la sabiduría de la Torá. Más allá del nivel de observancia y religiosidad, la Torá despierta el intelecto y el corazón de todas las personas.

La razón de esto es que la Torá es, esencialmente, la sabiduría de Di-s, que es, en sí, la fuente de toda la creación. Por eso, cuando una persona descubre esa sabiduría oculta dentro de la naturaleza, ese orden detallista y meticuloso que hay en el universo entero (porque decir que, por ejemplo, el cuerpo humano es un desordenado rejunte de células y órganos que, casualmente, luego de millones de años se conjugaron y formaron un cuerpo único es, racionalmente hablando, una tontería...), se sorprende y admira a Quien dijo y fue hecho el mundo, o sea, a Di-s.

Y la Torá es la herramienta, el objeto en el cual Di-s mismo se inviste y encierra para que, a través de ella, lo descubran a El.

La única condición es estudiar, analizar, cuestionar y observar detenidamente con la mente abierta y sabiendo que cuando uno no comprende un asunto no es porque el asunto es erróneo o fallido, sino porque el que intenta comprenderlo no llegó al nivel de desarrollo intelectual y/o emocional para incorporar ese concepto a su vida.

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